Es notoria la falta de respuesta de la Unión
de Naciones Sudamericanas (Unasur) sobre la situación en Egipto. Es evidente
también que sería referirse a un caso complicado. Pero no deja de ser necesario
tomar posición frente a una nueva interrupción democrática y el protagonismo
militar constante. Ya en la edición de la revista Time del 9 de julio del año pasado el título principal era “La
revolución que no fue”; los periodistas describían entonces cómo un grupo de 19
militares seguían al mando de las riendas del país. Una nación que sigue como
víctima de sus propios demonios. Unasur debería proclamarse. Demostraría así,
de paso, su mayor compromiso con respecto a otros sectores del mundo.
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