Existe una afirmación sobre la Organización de
las Naciones Unidas (ONU), y sobre otros organismos internacionales, que
escuché en varias ocasiones: ¡no sirven para nada! Eso significaría que las
miles de personas que pertenecen y participan -entre empleados, colaboradores,
jóvenes en pasantía y funcionarios- se cruzan de brazos todos los días para
sólo esperar que el tiempo pase. La idea es ridícula ya desde ese sencillo
punto. Un disparate que intenta apoyarse en cierta concepción del realismo que
en verdad niega la realidad: otorga, en muchos casos sin la consciencia del
interlocutor, una ficción a la idea, aunque suene a contradicción. Sería, por
ejemplo, como decir que no funciona el entero Estado de un país. Claro que eso
no quita las fallas, que las hay, la necesidad de edición (algunas con urgencia),
la corrupción (habría que ver cuánta). Pero se deben evitar las falsedades
peligrosas; sobre todo cuando justamente afectarían a los países sin un musculo
militar desarrollado.
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