-Una carta de queja hay que mandarle –dijo el viejo.
-Sí, y un email –aportó el hijo, que parecía de unos cuarenta-, te aseguro que se lo haré llegar. Y una solicitada. Más aún, iré a Defensa al Consumidor también.
El nene de la tercera generación iba en el medio dándole la mano a cada uno. Escuchaba atentamente. Los tres entraron a un supermercado luego.
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