La perdición de un recital
Fui a uno de los recitales de Metallica en River. Cómo me gustaría que personas como Abel Posse, que creen que el rock es otra muestra de la perdición de los jóvenes, asistieran a una fiesta de estas. No deja de asombrarme el pacifismo con el que se manejan los que concurren vestidos de negro. La mayoría, claro. Porque están los que demuestran su cobardía (como los que insultan a los gritos resguardados en una tribuna de fútbol). Si te caés en el medio de un pogo al instante encontrás varias manos que te rescatan de las pisadas. Si bajás para atarte los cordones se forma una ronda a tu alrededor como si te hubieras accidentado. Es automático. Las reglas son claras. Si sólo querés apreciar la melodía, debés quedarte desde la mitad del estadio para atrás. Si tu intención es saltar con los estallidos de bombos y cuerdas, no te queda otra que colocarte los más adelante que puedas. Como en todo, se pierden y se ganan cosas. Lo que se cree del pogo tiene su parte mítica y su parte real. No es tan inaguantable estar allí. Es un esfuerzo físico, sí, pero no mucho mayor a jugar un partido de rugby. Y se transforma también en un ejercicio de supervivencia. Sobre todo si es enero y con la temperatura que quiere llegar a los cuarenta. Significa pasar varias horas (por lo menos tres, pero pueden ser mucho más en el caso de los fanáticos que desde la mañana hacen cola para entrar al estadio): sin tomar agua, sin comer, apretujado entre miles de otros, y parado, y a los saltos en tal caso. Al volver llevarás contigo el símbolo innegable de moretones y transpiración de un centenar de otros. Pero quién te quita lo saltado. Y te podés perder, sí, de los que te acompañaron. Pero se soluciona con poner un punto de encuentro cerca de la salida.
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Es que lo desconocido siempre acarrea temores sera por eso que la mayoria ni piensa en asistir a esos recitales pero se nota que es totalmente diferente ,como vos decis " quien te quita lo saltado " PM
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