
Decir te quiero mucho carece de valor. No tiene sentido. El amor, el cariño, hay que demostrarlo. Con un llamado o un golpe en la puerta en el momento justo, con un silencio, con sostener la cabeza y el cabello en el instante del vómito. Anunciarlo de por sí es sencillo; eso demuestra algo. Probá si no. Decile a las cortinas, a las toallas, a los pájaros, al césped, a los excrementos, al viento. Levantá la voz, gritalo; agregale unas lágrimas si querés. ¿Viste que es fácil? En el presente se llega a la hipocresía de escribirlo por Facebook como si su fuerza dependiera de la cantidad que avisa que le gustó (¡Qué tiernos!). Qué triste.
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