Aburrimiento en el encierro

                                                                     Imagen por Daniel Zanini H.
Estoy en la cárcel y no sé qué hacer. En algunas películas había visto que los tumberos usaban las horas para hacer ejercicio y salir voluminosos a la libertad. Lo intenté en un principio pero no me salió. Tres flexiones de brazos y quedé con la cara sobre el piso (la tierra), sin más que respirar. Miré la pared toda manchada, casi sin pintura y con hediondez (una escritura, creo que hecha con excremento de su dueño, dice querete), y me dio poco ánimo. Menos todavía del que ya tenía porque mi compañero de celda no me habla. Ni una sola pregunta respondió. Después de verlo todos los días durante un año ya hasta me parece que tiene lindos ojos. Si por lo menos me diera bola. Además de dónde voy a sacar las fuerzas si a penas me dan de comer. No, somos tumberos bien argentinos acá: flacos y sin fuerzas, drogadictos (aguante el paco, loco). Y realmente estamos en la tumba, por eso el nombre. Muerte, camino a ella, lápida, cárcel. Y no sé qué hacer. Pero ahora que me doy cuenta hace un rato que escribo. Algo es.

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