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Foto de María Antonella Aranda |
La vida siempre tiene juegos y venenos. Eso es algo que Julio Cortázar me dijo en el cuento “
Los venenos” (1956). A él le gustaba la infancia, era como un niño grande (“No somos adultos, Lucía. Es un mérito pero tiene sus consecuencias”, le dijo Oliveira a la Maga). El primer juego: correr, lastimarse. Veneno. El primer amor: emocionarse, admirar, cachetes rojos, no correspondido. Veneno. Y un poco más y se marchita la flor. A veces los mismos juegos se pueden ver manchados (los venenos). Aparecerá un inadaptado, por ejemplo, que agarrará el aerosol y escribirá sobre el tablero de las damas. Y la competencia es feroz: es que todos los participantes quieren ganar, la ambición se siente. Sólo algunos razonan y ceden. El niño que juega es como un pequeño escritor, un comienzo. El escritor es como un gran niño.
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