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Foto por Gabriel Vasquez |
Pero la niña vuelva a cruzar y esta vez junta platos de las mesas.
Fuimos a un vivero con mi novia al otro día. El primero que nos atendió: un niño, de no más de once años esta vez. Él nos seguía cuidadosamente los pasos mientras empezábamos a ver las primeras plantas. Como si supiera de alguna estrategia de vendedor, como si controlara sus pensamientos (mantenerse cerca por si tienen alguna consulta, pero no tanto para incomodar); ponía sus manos detrás de la espalda y esperaba paciente. Otra vez lo interrogantes, esta vez con mi novia: ¿será el hijo del dueño? ¿Estará por su voluntad unos momentos para empezar a aprender? ¿Aprovecharan sólo hoy, domingo, que no tiene clases?
Pero el niño pasará más tarde, junto a otro, acarreando unas masetas.
Y la manera en que le dan órdenes no es precisamente paternal. La respuesta de los empleadores suele ser ¿y qué querés que haga? Peor es que se mueran de hambre. Ante lo que uno titubea por más que sepa que no lo justifica.
Hay mucha plata en la ciudad de Corrientes es algo que me dijeron varias veces. Puede ser verdad pero está repartida para unos pocos (quizás para esos señores que tienen mansiones en algunos de sus barrios). Por algo es la capital del país con más desigualdad y con más números de pobres según el Indec (recordar que el índice que se le cuestiona al instituto sólo es el de la inflación). Según el Informe para el Desarrollo Humano 2010, otorgado por las Naciones Unidas hoy, ese primer lugar lo ganaría Formosa en realidad. Pero Corrientes le seguiría muy cerca junto a Misiones y Chaco.
Un par de dudas más al final incitan a seguir moviéndose. ¿A quién reclamo esto? ¿Se hará algo?
Nota publicada en www.notio.com.ar
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