El ying y el yang siempre está presente. El mal. ¿Alguien es malevo? El gobierno de Israel mantiene sitiada la ciudad palestina Gaza con alrededor de 400 mil habitantes. Ellos deciden quién entra y quién sale, y cuánta comida. Además siguió su postura de comenzar negociaciones de paz pero sin negociar; sí tratar de imponer. No detuvo la creación y destrucción de casas para colonizar en Jerusalén. Y eso pese a que EE UU le había prometido aviones, armas, dinero, compañerismo en la ONU y quién sabe cuántas otras cosas (y eso que el pedido era que frenaran sólo por tres meses). Pero no todos los israelíes avalan esto. Recuerdo por ejemplo haber leído sobre una joven judía, participante de una ONG, que murió aplastada al ponerse frente a un tractor que demolería casas palestinas. Hacia el final del libro Modernidad y holocausto, Zygmunt Bauman subraya las dos lecciones más notorias del holocausto. Bajo ciertas circunstancias sociales la mayor parte de las personas actúa a través de la razón para su propia conservación. El mal no necesita de seguidores entusiastas ni de un público que lo aplauda. El instinto de conservación lo hará todo, animado por el pensamiento reconfortante de que, gracias a Dios, todavía no me toca a mí. La segunda lección es que eso no siempre es así. El mal no es todo poderoso. El testimonio de los pocos que se le resistieron acaba con la autoridad de la lógica de la auto conservación.
El mal | Gobierno israelí
El ying y el yang siempre está presente. El mal. ¿Alguien es malevo? El gobierno de Israel mantiene sitiada la ciudad palestina Gaza con alrededor de 400 mil habitantes. Ellos deciden quién entra y quién sale, y cuánta comida. Además siguió su postura de comenzar negociaciones de paz pero sin negociar; sí tratar de imponer. No detuvo la creación y destrucción de casas para colonizar en Jerusalén. Y eso pese a que EE UU le había prometido aviones, armas, dinero, compañerismo en la ONU y quién sabe cuántas otras cosas (y eso que el pedido era que frenaran sólo por tres meses). Pero no todos los israelíes avalan esto. Recuerdo por ejemplo haber leído sobre una joven judía, participante de una ONG, que murió aplastada al ponerse frente a un tractor que demolería casas palestinas. Hacia el final del libro Modernidad y holocausto, Zygmunt Bauman subraya las dos lecciones más notorias del holocausto. Bajo ciertas circunstancias sociales la mayor parte de las personas actúa a través de la razón para su propia conservación. El mal no necesita de seguidores entusiastas ni de un público que lo aplauda. El instinto de conservación lo hará todo, animado por el pensamiento reconfortante de que, gracias a Dios, todavía no me toca a mí. La segunda lección es que eso no siempre es así. El mal no es todo poderoso. El testimonio de los pocos que se le resistieron acaba con la autoridad de la lógica de la auto conservación.
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