La película se llama Tiempo de vivir (Le temps qui reste). El protagonista es un fotógrafo francés que en sus treinta años, con lo que parecería ser una vida cómoda, se entera que tiene cáncer. El tumor ya está demasiado adelantado para operar y sólo le quedan dos opciones: la quimio o esperar meses a su muerte. Él elige la segunda. Y la historia que te muestran es lo que hace mientras. Por un lado echa de su departamento al novio con el que vivía y con el que aparentemente estaban enamorados. No le da explicación. Decidió no contarle, como tampoco a su familia, lo de la enfermedad (más tarde buscará consuelo en él, pero el otro responderá que es demasiado tarde, después de meses, para decirle que lo extraña). Se lo cuenta sólo a su abuela. ¿Por qué? Es que a los dos nos falta poco para partir. Y todavía le queda una sorpresa antes que lo haga, una forma de dejar más rastros en el mundo. Película dirigida y bien lograda por el director François Ozon.
El tiempo que resta
La película se llama Tiempo de vivir (Le temps qui reste). El protagonista es un fotógrafo francés que en sus treinta años, con lo que parecería ser una vida cómoda, se entera que tiene cáncer. El tumor ya está demasiado adelantado para operar y sólo le quedan dos opciones: la quimio o esperar meses a su muerte. Él elige la segunda. Y la historia que te muestran es lo que hace mientras. Por un lado echa de su departamento al novio con el que vivía y con el que aparentemente estaban enamorados. No le da explicación. Decidió no contarle, como tampoco a su familia, lo de la enfermedad (más tarde buscará consuelo en él, pero el otro responderá que es demasiado tarde, después de meses, para decirle que lo extraña). Se lo cuenta sólo a su abuela. ¿Por qué? Es que a los dos nos falta poco para partir. Y todavía le queda una sorpresa antes que lo haga, una forma de dejar más rastros en el mundo. Película dirigida y bien lograda por el director François Ozon.
Charla de jardín
La magia si existe
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Foto por Ángel Rodriguez-Rey |
El mal | Gobierno israelí
El ying y el yang siempre está presente. El mal. ¿Alguien es malevo? El gobierno de Israel mantiene sitiada la ciudad palestina Gaza con alrededor de 400 mil habitantes. Ellos deciden quién entra y quién sale, y cuánta comida. Además siguió su postura de comenzar negociaciones de paz pero sin negociar; sí tratar de imponer. No detuvo la creación y destrucción de casas para colonizar en Jerusalén. Y eso pese a que EE UU le había prometido aviones, armas, dinero, compañerismo en la ONU y quién sabe cuántas otras cosas (y eso que el pedido era que frenaran sólo por tres meses). Pero no todos los israelíes avalan esto. Recuerdo por ejemplo haber leído sobre una joven judía, participante de una ONG, que murió aplastada al ponerse frente a un tractor que demolería casas palestinas. Hacia el final del libro Modernidad y holocausto, Zygmunt Bauman subraya las dos lecciones más notorias del holocausto. Bajo ciertas circunstancias sociales la mayor parte de las personas actúa a través de la razón para su propia conservación. El mal no necesita de seguidores entusiastas ni de un público que lo aplauda. El instinto de conservación lo hará todo, animado por el pensamiento reconfortante de que, gracias a Dios, todavía no me toca a mí. La segunda lección es que eso no siempre es así. El mal no es todo poderoso. El testimonio de los pocos que se le resistieron acaba con la autoridad de la lógica de la auto conservación.
Videocracia
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Foto por Autowitch |
Lo que el documental Videocracy muestra de la tevé italiana no se aleja mucho de un Showmatch pero las 24 horas (igual con más ropa). Mujeres humillándose, hombres en la misma o que se creen dioses. Hay uno por ejemplo que confiesa haber odiado a los famosos, le parecían estúpidos. Empezó a aprovecharse de ellos sacándoles fotos a escondidas y después chantajeándolos con ellas. Hasta que lo metieron preso y su nuevo plan fue convertirse en famoso él también. Y lo logró; sólo con buen físico y peinado, y algunas pavadas. Y millones de euros para su haber entonces. Lo que además remarca el documental es que el creador de ese sistema fue Silvio Berlusconi, el todavía primer ministro italiano. Creó su fuerza desde la tevé. Escrito y dirigido por Erik Gandini, es interesante el largometraje para ver en lo que puede derivar una programación sin control. Cosa que podría ser el caso en este país.
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